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Así se libró España de la multa: Schäuble al teléfono (y tres largas horas de reunión)

El cambio de posición del ministro de Finanzas alemán ha resultado clave para que no haya multa a España y Portugal

Claudi Pérez
El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaüble
El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang SchaübleREUTERS
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The inside story of how Spain avoided EU sanctions

“En economía, cualquier cosa escrita hace 20 años es irrelevante”, suele decir Greg Mankiw, de Harvard. Las reglas fiscales andan en esa edad complicada. Nadie recuerda por qué diablos decidió Europa en los olvidables años noventa que un déficit de más del 3% del PIB equivale a bajar al noveno anillo del infierno de Dante: esas normas se diseñaron para un mundo que ya no existe. Del Pacto de Estabilidad solo quedaron un par de cosas escritas en bronce. Una: “Es estúpido”, dijo de él hace una década Romano Prodi (y repiten ahora muchos comisarios europeos, siempre en voz baja y sin micrófono de por medio). Y dos: “Las multas son como la bomba atómica, un arma de disuasión que es más efectiva cuando no se usa”, recordaba ayer —con el inevitable off the record como condición— una alta fuente comunitaria.

La decisión de apretar o no ese botón nuclear se fraguó en una larga reunión: más de tres horas del ala. Aunque en realidad hay citas que se alargan durante días: la reunión de ayer empezó en el G-20 de China, el pasado fin de semana. El ministro alemán Wolfgang Schäuble llamó desde allí al comisario de su país, Günther Oettinger, para que suavizara el tono. Tras reunirse con sus homólogos de España, Francia e Italia, Schäuble perfiló la posición alemana: en la Europa posBrexit ha llegado el momento de sustituir —temporalmente, no se alarmen— el palo por la zanahoria. Más aún si se le va a permitir a Italia saltarse a la torera las reglas de ayudas de Estado para apuntalar su banca.

El martes siguieron las llamadas de Schäuble: a la mayoría de comisarios del PP europeo (hay 14, nada menos) e incluso al presidente Jean-Claude Juncker. “La multa no es necesaria; a Alemania le basta con la decisión del Ecofin acerca de que España y Portugal no tomaron medidas efectivas y quedan bajo estrecha vigilancia”, vino a decir el ministro, según fuentes europeas.

Juncker se reunió ayer a primera hora con los dos tenores de las reglas fiscales: el vicepresidente Valdis Dombrovskis, conservador letón y firme partidario de las multas, y el socialista francés Pierre Moscovici, que le ha ganado la partida por goleada (y de paso evita un precedente para su país). Previamente, los comisarios del PP se reunieron para desayunar y preparar su estrategia, así como los socialdemócratas (8) y liberales (5). El comisario español, Miguel Arias Cañete, y el portugués Carlos Moedas llevaban días tratando de allanar el camino. Las resistencias de la mayoría de los halcones terminaron de caer con el poderío telefónico de Schäuble.

Estrategia Juncker

Ya en la reunión, Juncker tiró de estrategia y optó por dar la palabra a quienes iban a defender la cancelación. Solo cuando se vio que ganaban por goleada dejó hablar a los pro multa: Dombrovskis, Jyrki Katainen, Cecilia Mälmstrom y Oettinger. 23 a 4: fin de la historia. Aun así, hubo debate. El ala dura defendió hasta el final su posición: “Si no lo hacemos hoy, nunca habrá sanciones”, dijo Katainen. “Lo más apropiado es una sanción simbólica”, defendió Dombrovskis. La respuesta fue abrumadora: nada de multas, ni siquiera simbólicas, defendió el vicepresidente holandés Frans Timmermans y apoyaron uno tras otro los comisarios socialistas, los liberales y una amplia mayoría de los conservadores. El griego Dimitris Avramopoulos destacó la inoportunidad política de las sanciones: "Las multas no las pagan los políticos: recaen sobre los hombros de la gente; los portugueses y españoles han hecho ya muchos sacrificios y no entenderían esa decisión". Juncker cerró con una reflexión: “El pasado es pasado y una multa no lo cambiará: la amenaza de la congelación de fondos y los nuevos objetivos de déficit combinados con la estrecha vigilancia son la estrategia adecuada para que los dos países pongan en orden sus cuentas”, dijo.

Bruselas tiró ante la prensa de argumentos técnicos (España ya ha hecho muchos ajustes y ha presentado nuevas medidas: no merece la multa) y morales (los españoles no entenderían una sanción después de hacer tantos esfuerzos: empezarían a dudar de Europa cuando eso ya es casi un deporte) para meter de contrabando ideología: tras las llamadas de Schäuble, según las fuentes consultadas, hay un ejercicio de cálculo político. Schäuble y Juncker quieren ayudar a uno de los suyos a seguir en el poder. España ha sido un aliado de Alemania en estos últimos años y los votos del PP español fueron imprescindibles para que Juncker llegara a la Comisión Europea. Tras perder la silla en el BCE, en el Eurogrupo y recibir un castigo ejemplar tras el rescate bancario, llegó el momento de premiar la fidelidad de Rajoy con Berlín, apuntan las fuentes consultadas. "El arte de la política consiste en conjugar el poder con el saber y el querer: el realismo con la voluntad y la inteligencia", dicen los teóricos. El arte de la política, a veces, consiste simple y llanamente en hacer piña.

Y de Mankiw a Hegel: “La intensificación en exceso de los propios principios es el primer motivo por el que cae una civilización”. El mantra de los últimos días en los pasillos de Bruselas era un “las reglas son las reglas” que venía a justificar la multa en aras de esos supuestos principios que han motivado una retahíla de decisiones desastrosas durante toda la crisis del euro. Berlín, esta vez, dejó tranquilo el palo y decretó zanahoria: tras la sorprendente cancelación de las sanciones, Juncker y los suyos se esforzaron en demostrar que no se han apartado ni un ápice de las dichosas reglas. Aun así, el mantra ha cambiado con rapidez: “El Pacto de Estabilidad está muerto y enterrado”, decía anoche uno de los ministros del Eurogrupo. Descanse en hegeliana paz.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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