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Reportaje:ESCAPADAS

El planeta Leonardo

Vinci, Prato y Pistoia se entregan al genio del Quattrocento y al arte moderno

Entre las colinas, otra colina cubierta de vegetación, coronada por un pueblo medieval con castillo, bañada por una luz incierta. Es Vinci, la patria de Leonardo, en Toscana. Cuando llegamos llueve lentamente y el pueblo está casi vacío. Ascendemos por la calle principal mirando los reflejos transparentes en las piedras y las flores. Aquí todo es Leonardo, la pizzería, la biblioteca, las tiendas, los restaurantes y, claro, los dos museos. No es extraño, Leonardo debe ser el artista más popular de la historia de nuestra cultura y sigue despertando mayor curiosidad que ningún otro, como lo prueba que, por ejemplo, en este instante, repartidas por las ciudades del mundo, podamos visitar 30 o 40 exposiciones con la reconstrucción de sus grandes máquinas, o que haya bastado con invocar su nombre y asociarlo a una intriga para construir un best seller incomprensible desde el punto de vista de la literatura.

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Un motero en la Toscana

El reconocimiento a Leonardo se debe también a su condición de autor enigmático. Conocemos razonablemente su vida, poseemos la mayoría de sus cuadros, hemos descifrado sus manuscritos y reconstruido sus máquinas, pero seguimos sin comprender el secreto de alguien que, sin medios ni educación especial -él mismo se definía como "uomo senza lettere"-, fue capaz de abarcar tantas actividades y quedarse en soledad, como profeta de las ciencias, desafiando las reglas del orden y la naturaleza. Pintor, escultor, arquitecto, ingeniero, físico, biólogo, modisto, óptico, cartógrafo, diseñador de jardines, inventor de juegos de salón y utensilios de cocina, y así hasta 10 ocupaciones más de lo que hoy consideramos profesiones. He aquí al verdadero humanista: el más admirado, el menos imitado. El más solitario. Pues ¿cómo imitarle? ¿Cómo se sigue a un hombre que en pleno Quattrocento, tras comprender que hay muchas realidades, todas ellas complejas e insondables, dedica su vida a penetrar en esa capa de lo real en la que ya no bastan las explicaciones racionales? ¿Cómo se mantiene la estela de alguien que anticipa nuestra tecnología y que desarrolló el método experimental siglo y medio antes de que Bacon o Galileo balbucearan sus principios teóricos?

En las afueras de Vinci está la aldea donde se supone que nació Leonardo en 1452, Anchiano. La fachada de su casa tiene pocos adornos, un reloj de sol y el emblema de la familia -un león tocado con un yelmo apoyado en un escudo barrado-. Dentro, tres habitaciones y una exigua biblioteca, 50 libros; pero, ya se ha dicho, no sabía latín, únicamente le enseñaron a leer, escribir y echar cuentas. De vuelta a Vinci, bajo una lluvia intermitente con fugaces rayos de sol, fuimos hablando de su manera de pintar, y en ese ambiente -al borde de un camino alineado por cipreses, frente a los viñedos y la campiña ondulada- alguien señaló que era la misma luz incierta de los cuadros de Leonardo, sin reparar en que eso que a nosotros nos parecía tan natural supuso una de las grandes revoluciones de la historia de la pintura. Sustituir los perfiles netos y precisos de la perspectiva lineal por otro espacio en el que -como si fueran acordes musicales- se fundieran los tonos claros con los obscuros para evidenciar la delicada transición de la luz y producir la impresión de inmersión total en la atmósfera.

Llegamos a la plaza de Vinci riéndonos de nuestras obviedades. Entramos al museo. Está todo reconstruido gracias al patrocinio de IBM. En la planta baja, las máquinas de guerra, como el tanque o la ametralladora; en la primera planta, las máquinas para moverse por el aire, tierra y agua. Y todos sus hitos: la bicicleta, el avión, el submarino. Lo dejó escrito el mismo Leonardo: "El amor es más ardiente cuanto más perfecto es el conocimiento".

Planos superpuestos

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No debe extrañar, por tanto, que Vinci sea también una puerta al arte contemporáneo, empezando por la misma villa, donde el ayuntamiento encargó al artista Mimmo Palladino -emblema de la transvanguardia- la remodelación de la plaza Giudi. Está delante del museo y se trata de una instalación formada por planos superpuestos con una fuente y esculturas que merecen visitarse por la noche, cuando un sofisticado sistema de iluminación las transforma.

Pero hay mucho más. En un diámetro de apenas 15 kilómetros, entre Prato, Pistoia y Vinci, hasta 10 museos, fundaciones e iniciativas de arte centradas en la actividad artística de los últimos 30 años. En Prato, el Centro para el Arte Contemporáneo Luigi Pecci, construido en 1988 por el arquitecto racionalista florentino Italo Gamberini, con una interesante colección permanente (Enzo Cucchi, Mario Merz, Julian Schnabel, Michelangelo Pistoletto, Alighiero Boetti). El pequeño pueblo de Pontedera, al sur de Vinci, está cuajado de esculturas contemporáneas en cada intersección de calles (entre otras, las obras testamento de Enrico Baj), además de contener el Centro para el Arte Otello Circi y el Museo Piaggio. Y en el extremo del pequeño triangulo, la ciudad de Pistoia, con el Palazzo Fabroni, donde se aúnan muestras temporales con la colección permanente (Jannis Kounellis, Luciano Fabro, Roberto Barni...). Además, Pistoia tiene el Museo Marino Marini y la Fundación Jorio Vivarelli.

Pero la mejor joya está en sus alrededores, a cinco kilómetros del centro. Es la obra del empresario Giulano Gori, la Fattoria di Celle, un grandioso proyecto de arte ambiental que acoge desde 1981 en un parque de una antigua hacienda 56 instalaciones realizadas expresamente para el lugar por los mayores artistas de la escena contemporánea, desde Richard Serra hasta Robert Long, pasando por Sol LeWitt, Marta Pan, Emilio Vedova, Magdalena Abakanowicz, Alberto Burri o Susana Solano. En la torre de la casa central hay una sala con el techo de madera y ventanas semicirculares mirando a Vinci donde su autor, Richard Morris, rindió homenaje a Leonardo disponiendo otro de sus inventos, la hélice, junto a una gran rueda de molino en fibra de vidrio para evocar la fatiga y la perseverancia que exigen el conocimiento.

» Pedro Jesús Fernández es autor de la novela Peón de rey (Alfaguara).

Guía

Dormir

Tassinaia (www.tassinaia.it; 0039 05 71 58 39 85). A 4 kilómetros de Vinci, en la carretera provincial a Empoli. Hotelito rural situado en una casa del siglo XVIII, bien decorado, confortable. La habitación doble, 70 euros.

Tenuta di Pieve a Celle (www.tenutadipievecelle.it; 0039 05 73 91 30 87). Pontelungo, Pistoia. En mitad de un parque de 20 hectáreas, con viñas y olivos, cinco habitaciones muy bien decoradas. Doble, 130 euros.

Art Hotel Museo (www.arthotel.it; 0039 05 74 57 87). Viale della Repubblica, 289. Prato. Estilo minimal. La doble, 95 euros.

Visitas e información

www.cultura.toscana.it.

Museo Leonardiano (www.museoleonardiano.it). Vinci.

Centro para el Arte Contemporáneo Luigi Pecci (www.centropecci.it). Prato.

Museo Piaggio (www.museopiaggio.it). Pontedera.

Palazzo Fabroni (www.musei.borghitoscani.com/palazzo-fabroni-pistoia). Pistoia.

Casa Estudio Fernando Melani (0039 057 32 01 90). Pistoia.

Fundación Jorio Vivarelli (www.fundazionevivarelli.it). Arcigliano, Pistoia.

Fattoria di Celle (www.goricoll.it). Santomato, Pistoia.

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