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Reportaje:LAS 'MENINAS' SE VAN DE MUSEOS

Princesas, loros y bailes de hadas

"El niño malo que pisaba al pobre perrito" en 'Las meninas' es uno de los detalles que llaman la atención a tres pequeñas aventureras". Llegan las vacaciones y un buen plan familiar: visitar los grandes museos de Madrid

Patricia Gosálvez

El Guernica "es marrón y con señoras feítas". Martina tiene dos años, pero no se deja impresionar demasiado por el tamaño del cuadro de Picasso. Tampoco por las docenas de turistas que se agolpan boquiabiertos para verlo en la diáfana sala del Museo Reina Sofía, en Madrid. ¿Te gusta, Martina? "Suficiente", dice la niña sin piedad, o parece que lo dice, porque cuando está cansada balbucea un poco.

Visitar un museo con un niño tan pequeño puede dar un poco de susto. ¿Se aburrirá?, ¿molestará a los demás?, ¿entenderá algo?, ¿montará un número? Sin embargo, con algunos consejos de pedagogos y educadores, la aventura puede ser tronchante, además de enriquecedora para los padres. Muchas pistas son de sentido común. Es fundamental no agobiar a los niños viendo muchas obras, ni agotarlos con visitas de más de una hora y media. Conviene buscar cuadros que puedan entender y trabajar con ellos un poco antes y también después de acudir al museo. Hay que inventarse historias, preguntar por su opinión y hacer de la experiencia un juego. Y, ante todo, tener paciencia. Porque aunque los responsables estén a favor de que los preescolares visiten el museo, los edificios no suelen ser demasiado cómodos para recorrer con carrito, ni es fácil que los guardas (ni los otros espectadores) comprendan que hasta el niño mejor educado a veces grita o corre, de la emoción. Y lo peor: los baños siempre están en el otro extremo del edificio cuando más los necesitas.

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Aun así, para demostrar que ir al museo con niños puede ser divertido, visitamos los grandes centros de arte madrileños con tres niñas de dos y tres años. El Prado, el Thyssen y el Reina Sofia se rinden a los encantos de Luna, Alma y Martina.

Reina Sofía

No hay quórum frente al Guernica. Alma y Luna, ambas de tres años, tienen clarísimo que el cuadro es blanco y negro, no marrón como dice Martina, pero una cree que las señoras tienen la boca abierta porque gritan y la otra porque tienen hambre.

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"El arte contemporáneo se presta más para jugar con la apertura de los significados", dice Olga Ovejero, responsable de educación del Museo Reina Sofía. "En este sentido, los adultos pueden aprender de la mirada infantil, más desprejuiciada y libre", continúa la experta. "Los niños no tienen miedo a no comprender ni a completar, de forma instintiva, el significado de lo que están viendo, que es precisamente lo que el arte contemporáneo pide muchas veces del espectador".

Ejemplo: para Martina, la escultura Brushstroke (pincelada), de Roy Lichtenstein, es "una bufanda". Para Luna, la pieza Le diamant (1975), de Jacques Carelman, que pertenece a la exposición temporal Locus solus, es "como el carrusel de los caballitos", mientras que para Alma es "un baile de hadas". Ambas tienen razón, los autómatas que giran y pendulan dentro de la esfera de cristal podrían parecer ambas cosas. Martina, en su línea dura, se limita a despedirse de la obra con un "¡adiós, feos!".

"A esa edad no merece la pena liarles con estilos o autores", dice Ovejero, "la visita no les dejará una huella profunda, pero es positivo exponerles al arte, ya que ayudará a formar su sensibilidad". Una sensibilidad precoz con sus propios criterios y preferencias. Cada vez que pasamos frente a una pantalla, ya sea una que muestra primitivo cine de los Lumière o una que proyecta avanzado videoarte, las niñas se quedan embobadas. Cosas de la tele. En cuanto a periodos o estilos recomendables para menores de tres años, Ovejero apuesta por "el expresionismo abstracto americano, que con su uso tan libre del color es ideal, pues el niño carece de ese prejuicio del adulto según el cual el arte tiene que representar algo".

"También les hipnotiza el movimiento", dice Ovejero, "tanto las obras que se mueven como aquellas que requieren que el espectador se mueva por el espacio". Así, resulta un éxito Tropicalia, una instalación del brasileño Helio Oiticica que tiene plantas y palmeras y un par de casetas de madera colocadas sobre una alfombra de arena de playa. En un lado de la sala hay una jaula enorme con seis papagayos de vivos colores. Cabría imaginar que los animales son lo que más atraerá a las niñas. Les gustan ("el que más, el loro azul, porque es mi amigo", dirá después Luna), pero lo que las vuelve locas del todo es el caminito de grava que atraviesa la instalación, un sencillo laberinto en forma de ocho. Lo recorren una y otra vez hasta la extenuación. La suya y la de la guarda de la sala, que no tiene claro si pueden salirse y pisar la arena o no, que las regaña cuando cogen las piedrecitas y que no se cansa de pedir que, por favor, no corran (lo que tardan unos 30 segundos en olvidar). "El desplazamiento por el espacio que requiere Tropicalia convierte la obra en una experiencia única", dice Ovejero, aunque es consciente de que la auténtica "experiencia" de su museo "para los niños y también para los mayores" es el ascensor transparente: "No se puede competir". Las tres niñas coinciden en su veredicto: lo mejor del museo es ver cómo la gente se hace pequeñita y luego grande cuando subes y bajas en el ascensor. Arriba y abajo. Hasta 10 veces seguidas. Paciencia.

Thyssen-Bornemisza

Veamos cómo lo hacen los expertos. El Museo Thyssen-Bornemisza es el único que tiene un programa específico para niños de tres a cinco años (normalmente, las actividades para padres e hijos, o niños solos, arrancan a los seis años). Se llama Inspector Thyssen, y Eva García es una de las educadoras que lo organizan. Lo primero que consigue es que las niñas no corran gracias a un truco bien sencillo: somos detectives y caminamos como el inspector Clouseau en La Pantera Rosa. La metáfora es mía, estas niñas son más de dar saltitos en plan Dora, la exploradora.

"Conviene que las visitas duren entre una hora y hora y media", recomienda Rufino Ferreras, responsable de desarrollo educativo en el museo. "Y hay que reducir la experiencia a cuatro o cinco cuadros como mucho". Pero ¿qué cuadros entre los cientos que guarda el museo? "Hay que escoger obras comprensibles, adecuadas al momento evolutivo del niño, que contengan temas que ellos reconocen, colores vivos, formas simples, animales... Y también que sean obras que nos gusten como padres, esa emoción, ese lado afectivo, se transmite", dice Ferreras, que señala con entusiasmo a las niñas su cuadro "favorito", Mujer en el baño, de Roy Lichtenstein. Ellas corren para verlo de cerca y descubrir que está pintado "con puntitos azules y rojos", según Alma, a quien la técnica le parece "uf, muy difícil". "Pero yo también lo hago", zanja orgullosa.

Entre los cuadros elegidos por la educadora para esta visita está El sueño, de Franz Marc. Les va haciendo preguntas a las niñas, que poco a poco desvelan el significado del cuadro. "¿Qué veis?". "Caballos, un león y una señora". "¿Y qué hace la señora?". "Está sentada y desnuda... ¡porque es verano!". "¿Y cómo tiene los ojos?". "Cerrados, ¡está dormida!". "¿Y cómo es que no le despiertan los rugidos del león...?". En este punto, las niñas -que han optado por rugir como el león del cuadro en vez de contestar- necesitan algo de orientación. "Vosotras, cuando dormís, ¿no soñáis?", dice la educadora. "¡Síiiiii, con monstruos verdes de broma!", grita Alma. "Y la señora del cuadro, ¿con qué creéis que sueña...?", apunta la monitora. Las niñas acaban comprendiendo que los caballos azules y el león son un sueño de la mujer, que es a su vez un sueño del pintor, y que ellas cuando vuelvan a casa también podrán pintar sus sueños, sean estos monstruosos o no.

Museo del Prado

Igual que la visita a un museo puede seguir después de abandonar el edificio, también puede empezar mucho antes de llegar al mismo. "Si después de ir al museo se hace con el niño un ejercicio plástico o simplemente se habla de la experiencia para que el pequeño la verbalice, lo visto y aprendido se sellará en su memoria", explica Noelia Antúnez, coordinadora de talleres en el Museo Pedagógico de Arte Infantil (Mupai). "Si se trabaja con el niño antes de ir al museo explicándole lo que se va a ver, se abren sus expectativas y se enriquece la experiencia". Prepararse también tiene otra ventaja: despertar la curiosidad del adulto. "Es importante que la obra interese también a los padres", dice Antúnez; "si el adulto ha aprendido algo sobre la obra, sabrá transmitirlo al niño".

Así que, antes de ver Las meninas con nuestras tres princesas, recomendamos a los padres que les enseñen en la web del Prado la animación para niños sobre el cuadro, guiada por una versión 2.0 de la infanta Margarita. Los mayores hacen los deberes y las niñas llegan al museo locas por ver a la princesa prometida. Haberlas vestido a todas con tutús solo añade excitación al momento, haciéndolo más especial. Alma, además de tutú fucsia, trae un libro sobre el cuadro que su madre ha sacado de la biblioteca municipal. La niña sabe perfectamente quién es la infanta Margarita, dónde están reflejados sus padres y que el señor que pinta se llama Velázquez y es quien pintó el cuadro. Y le encanta contárselo a las otras dos.

La bibliografía para preescolares sobre obras tan conocidas como Las meninas es abundante, pero incluso el cuadro más discreto tiene su postal en la tienda del museo. Tener un dibujo a mano frente al cuadro original resulta muy útil a la hora de explicarlo. Y evita que las niñas se acerquen alarmantemente al de verdad para señalar esto o aquello.

Lo malo de ver Las meninas es la gente. Los cientos de japoneses con los que coincidimos en la sala más buscada del Prado pensarán que en España vestimos a las niñas con tutús a diario. "Para ver Las meninas o el Guernica hay que buscar una hora y un día lo menos concurridos posible", recomienda Antúnez. "Y si hay mucha gente, es mejor ver otro cuadro menos conocido, atreverse a buscar rincones más tranquilos".

Puede ser. Pero, al menos con estas niñas, Las meninas son un éxito rotundo. Diga lo que diga Joaquín Sabina en su canción de que las niñas ya no quieren ser princesas, el cuadro se convierte inmediatamente en el favorito del mundo mundial de nuestras tres protagonistas. De vuelta a sus respectivas casas, Alma y Luna recuerdan con ilusión el precioso vestido de la infanta Margarita, su pelo rubio, su flor y "al niño malo que pisaba al pobre perrito". Martina, un año más pequeña, resume la experiencia para su padre así: "¡Había princesas muy guapas!". Y luego precisa: "Pero no hablaban ni se movían...". No hay duda, esta niña tiene madera de crítico de arte.

Los autómatas de<i>Le diamant</i> (1975), de Jacques Carelman, en el Reina Sofía.
Los autómatas deLe diamant (1975), de Jacques Carelman, en el Reina Sofía.ALFREDO ARIAS
Alma, Luna y Martina (de espaldas) frente a <i>Las meninas</i> de Velázquez, en el Museo del Prado de Madrid. La pinacoteca dispone de audioguías infantiles (gratuitas para menores de 12 años al alquilar una del adulto acompañante) que explican hasta 20 obras del museo a los más pequeños. <a href="http://www.museodelprado.es" rel="nofollow" target="_blank">www.museodelprado.es</a>
Alma, Luna y Martina (de espaldas) frente a Las meninas de Velázquez, en el Museo del Prado de Madrid. La pinacoteca dispone de audioguías infantiles (gratuitas para menores de 12 años al alquilar una del adulto acompañante) que explican hasta 20 obras del museo a los más pequeños. www.museodelprado.esALFREDO ARIAS

Cifras

» THYSSEN-BORNEMISZA: cada año lo visitan más de 80.000 niños. Número de educadores: siete. Una curiosidad: en el vestíbulo, los pequeños pueden ver cómo era la carrera de San Jerónimo en el siglo XVIII gracias a un cuadro pintado por Jan van Kessel III.

»EL PRADO: 5.000 niños visitaron el museo el año pasado empleando los materiales didácticos gratuitos (juego de pistas y audioguías infantiles) desarrollados por el área de Educación del Prado. 170.000 escolares participaron durante el curso 2010-2011 en el programa "El arte de educar", creado en colaboración con la Fundación "la Caixa", y 3.200 personas realizaron alguna de las actividades educativas orientadas al público infantil y familiar. El museo cuenta con una colección de 7.600 cuadros (45 de Velázquez) desde el románico hasta el siglo XIX. Visitantes al año: 2,7 millones. 'Las meninas': Velázquez pintó el cuadro en 1656, mide 3,18 metros de alto por 2,67 metros de ancho.

» REINA SOFÍA: 14.892 niños de entre 6 y 12 años y 8.824 de entre 13 y 18 participaron el año pasado en las actividades del departamento de educación. Visitantes al año: 2,3 millones. 'Guernica': mide 3,49 metros de alto por 7,76 metros de ancho. Picasso lo pintó en París en 1937. Llegó a España hace ahora 30 años (y desde 1992 está en este museo).

Guía

Museo del Prado

» Información. Paseo del Prado, s/n. Madrid. Teléfono 913 30 28 00. Web: www.museodelprado.es. Horario: de 9.00 a 20.00; cerrado los lunes (y los días 25 de diciembre y 1 de enero). Entrada: adultos, 12 euros; menores de 18 años, gratis.

» Audioguías infantiles. Gratuitas para menores de 12 años al alquilar otra de adulto acompañante. Incluyen más de 20 obras explicadas para niños de 6 a 10 años, de Las meninas a La familia de Carlos IV. De hecho, los pequeños protagonistas de ambos cuadros, la infanta Margarita y el infante Francisco de Paula, son los expertos guías del recorrido, que se detiene también en Las tres Gracias o La fragua de Vulcano. En la web del Prado hay versiones animadas de estas guías.

» Juegos. La página web del Prado también tiene varios juegos online (puzles, buscar las siete diferencias, memo) que sirven para familiarizarse en casa con algunas obras. Una vez en el museo, el programa Juego de pistas (que incluye un plano de situación y adhesivos para completar una serie de actividades) permite a los niños a partir de 8 años recorrer en familia dos itinerarios de los que son protagonistas activos.

Los niños de 6 a 12 que se acerquen a la exposición temporal Hermitage (hasta el 25 de marzo) podrán disfrutar del material didáctico Lina, la zarina, protagonizado por Catalina II la Grande. Ambos folletos se ofrecen gratis en los mostradores de información.

Museo Reina Sofía

» Información. Santa Isabel, 52. Madrid. Teléfono 917 74 10 00. Web: www.museoreinasofia.es. Horario: de 10.00 a 21.00 (domingos, hasta las 14.30); cierra los martes (y los días 24, 25 y 31 de diciembre, y 1 y 6 de enero). Entrada: 6 euros; menores de 18 años, gratis.

» Materiales infantiles. Los domingos, de 10.00 a 14.00, abre el punto de información del departamento de educación, patrocinado por la Fundación Banco Santander, donde reparten gratuitamente guías e itinerarios adaptados para los más pequeños con títulos como Garabato, Giros o ¿Te suena? Algunos, descargables online.

» Club Talleres Infantiles. Los niños de hasta 12 años pueden apuntarse a este club con solo enviar un formulario y una foto al museo. Sus padres estarán informados de todas las actividades infantiles (los talleres de este año están completos) y obtendrán dos entradas gratuitas para adultos acompañantes presentando el carné en las taquillas del museo.

» Museocinema. Del 28 de enero al 17 de marzo, el ciclo Animación española, un juego sin límites, presentará (para niños a partir de 5 años más adulto) cortometrajes independientes nacionales.

Museo Thyssen-Bornemisza

» Información. Paseo del Prado, 8. Madrid. Teléfono 902 76 05 11. Web: www.museothyssen.org. Horario: de 10.00 a 19.00; lunes, cerrado (el 26 de diciembre y el 2 de enero abre de 10.00 a 19.00; el 24 y el 31 de diciembre solo abre de 10.00 a 15.00, y cierra el 25 de diciembre y el 1 de enero). Entrada: 8 euros (9 a partir del 1 de enero); menores de 12 años, gratis.

» Audioguías infantiles. La novedad de estas fiestas propone el recorrido Unas Navidades extraordinarias, que varía en función de las opciones que el niño vaya eligiendo (2 euros). Con el mismo tema navideño se ha programado una visita más taller de dos horas y media para niños de 6 y 12 acompañados de un adulto (6 euros).

» Visitas taller para familias. El Thyssen ya ha abierto el plazo de reserva de la temporada 2012 (a partir del 14 de enero) de sus talleres para familias. Con títulos como Mundo color, Siéntate, Érase una vez un cuadro o Te veo..., existen hasta ocho itinerarios para niños de 6 a 13 años, más el nuevo Inspector Thyssen, de 3 a 5. Los talleres, con un máximo de 20 personas, se celebran el fin de semana, duran dos horas y media (incluida una clase de plástica) y cuestan 6 euros.

» Educathyssen.org. La web del departamento educativo del Thyssen está repleta de recursos para aprovechar al máximo la visita. Desde materiales descargables para profesores aprovechables para padres hasta vídeos sobre técnicas artísticas (¿cómo hacer temple en casa?). Juegos online, guías didácticas, cuentos, itinerarios e incluso unas guías en colaboración con Nintendo para copiar los cuadros del museo en la consola portátil DS.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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