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Reportaje:RUTAS URBANAS

Otro Londres es posible

Un fin de semana original entre museos, bares y zapaterías

Londres es el tipo de ciudad en la que no hay que obsesionarse con cumplir objetivos turísticos, con tachar de la lista esa cárcel a la que llaman torre, ese museo que siempre será inabarcable o esa noria gigante que pretenden convertir en visita indispensable. En Londres, sin importar por dónde vas, siempre te encuentras con algo o alguien interesante que te invita a detenerte y mirar. Y si estamos de acuerdo en esto y además sabemos que es una de las capitales europeas más visitadas, entonces lo mejor será no aparecer por aquellos lugares calificados como indispensables en las guías, a no ser que nos gusten las colas, los empujones o viajar más de mil kilómetros para oír nuestro propio idioma a todas horas.

DÍA 1 Kensington, Notting Hill y otros

Es un día soleado, y los días soleados los londinenses se suben a sus descapotables y se lanzan a la calle y a las terrazas de los restaurantes como si fuera el última día soleado de sus vidas. Cerca de Holland Park se encuentra el Museo Leighton, la que fuera residencia de lord Leighton (1830-1896), afamado pintor de la época victoriana. Allí, entre cuartos árabes, pinturas de prerrafaelitas como Burne-Jones, cerámicas y sedas, Leighton se pintaba una y otra vez a sí mismo, ya fuera como dama de la alta sociedad, árabe con turbante o niño pera, siempre lánguido y exquisito, verdadero y único protagonista de sus aparentemente variados retratos. Enfrente, al otro lado del jardín, vivía su íntimo amigo G. F. Watts, también pintor, y es que en el área del parque fueron vecinos varios artistas del XIX londinense.

A diez minutos a pie, la Casa Linley Sambourne es un buen ejemplo del ambiente recargado, oscuro y dulzón de una morada victoriana de la época tardía. Su primer dueño, Edward Linley, dibujante y fotógrafo, llenó la casa de objetos, muebles y obras de arte. Papel Morris, espejos y cerámicas, vidrieras con escudos de armas, detalles orientales, alfombras y chimeneas de mármol, me aturden hasta que salgo a la calle y respiro aire fresco. Ahora empiezo a comprender por qué los ingleses necesitan tanto la luz del sol.

Camino hacia el norte, entre Holland Park y los jardines del palacio de Kensington. Hay casas adosadas de ladrillo y terracota, familias paseando y un joven con el cuello del niqui subido, llevando sus palos de golf a cuestas. Subo por Campden Hill Road y me topo con una casa blanca en la que residió el escritor Ford Madox Ford, autor de El buen soldado. Allí, en su salón, departió con Joseph Conrad, Ezra Pound, H. G. Wells y Henry James. Suerte para él. Al coronar la cuesta ya estoy en Notting Hill, y cruzo los dedos para no encontrarme con Hugh Grant y su sonrisilla irónica de lord avejentado. Recorro Westbourne Grove, una calle llena de atractivas tiendas y restaurantes, y almuerzo no muy lejos, en The Westbourne, un pub en esquina, con terraza, donde se citan jóvenes londinenses de lo más chic. Gafas de sol, vestidos vaporosos, botellas de vino rosado, melenas rubias, combinados de Pimms, salchichas con puré de patatas, ensaladas de vieiras, bebés con correa, y la confirmación de que los ingleses, incluso los finos, gritan como posesos cuando están bebidos. Se diría que estoy saliendo por la noche, pero en pleno día.

Me levanto y me dirijo de nuevo hacia el sur, cruzando los jardines de Kensington, llenos a rebosar. En South Kensington me acerco a una de las mews o cuadras reconvertidas en viviendas, y pienso que no estaría mal alquilar una de esas casitas. Por la tarde noche me acerco al teatro a ver The lady from Dubuque, una tragicomedia de Edgard Albee que cuenta entre su reparto con Maggie Smith (conocida, por desgracia, como la profesora de Harry Potter) y Catherine McCormack. Los intérpretes no gritan ni gesticulan, y delante de mí se sienta el actor Ben Chaplin, que no para de reír y aplaudir, como el resto del público. A la salida voy a cenar a The Gallery, uno de los restaurantes de Sketch, un veterano local a la última que se parece tanto a otros de cualquier ciudad que ya no sabes si te gusta o no. Para acabar, más mojitos en el bar, rodeado de los clientes más noctámbulos y noctívagos del restaurante.

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DÍA 2 Sir John Soane y Chelsea

De nuevo luce el sol, y los londinenses sacan del armario más camisetas, más faldas y más gafas de sol estilo mosca. Pensar que esta ciudad suele presentar un aspecto mortecino, gris, parece ahora un disparate. Una de las casas clásicas de Lincoln Inn Fields, en la zona de las Cortes, donde caminan hombres muy serios con pelucas blancas, alberga el curioso Museo John Soane (1753-1837). Este afamado arquitecto neoclásico, hijo de albañil, reunió una colección impresionante de grabados, planos, cuadros y toda clase de objetos, y, lo que es más inaudito, logró introducirlos y hasta ordenarlos en tres casas reunidas en una. La habitación con los cuadros de Hogarth colgados en paneles practicables que contienen dibujos de Piranesi, y más dibujos detrás de otros paneles para abrirse después a un patio repleto de esculturas, muestra el genio un tanto excéntrico de Soane, a quien seguramente le habría encantado jugar al Tetris. Me acerco a Mayfair para visitar otra casa museo, esta vez la de Spencer, con la que completaría un fin de semana muy de interiores. Pero sólo abren los domingos, y me conformo con dar una vuelta y mirar el escaparate de madera de John Lobb, dicen que la mejor zapatería del mundo.

Un salto en un taxi granate me lleva a Chelsea, ese barrio distinguido que ha quedado oculto tras un equipo de fútbol. Morada de artistas, intelectuales y esnobs, en este distrito también residieron personajes de infausto recuerdo, como Ruth Ellis, la última mujer que murió en la horca, en 1955; Kim Philby, agente doble soviético, o Meter Rachman, el malvado arrendador que cortaba la luz a los inquilinos a los que quería echar, y organizaba fiestas nocturnas, largas y encima aburridas para que no pudieran dormir. Almuerzo algo en Tartine, especialistas en tartaletas, y paseo sin rumbo. Las viviendas adosadas de estilo victoriano y georgiano, los jardines privados, los árboles en flor y los coches lujosos, de tan repetidos, llegan a parecer normales. Lennox Gardens, Ovington Square, Sloane Street, Ellis Street... En el 18 de Walton Street, entre tiendas de moda y casas bajas, vivió un par de años el escritor cómico P. G. Wodehouse, a quien le habría hecho gracia que una cadena de lavanderías, Jeeves of Belgravia, utilice hoy el nombre de su mayordomo más famoso, sinónimo de perfección. Al caer la tarde entro en Mootich, la delicada zapatería de la diseñadora serbia Katarina Mutic, y pienso que Londres tiene la suerte de ser una gran metrópoli, mezcla de tantas cosas.

Y de noche, qué mejor que perderse entre los cócteles de un bar llamado Eclipse, sin nada más que hacer que beber un mojito y pensar quién grita más, si los ingleses cuando están borrachos o nosotros cuando estamos sobrios.

Entrada a Holland Park, uno de los espacios verdes de Londres en cuyas cercanías se encuentra el Museo Leighton.
Entrada a Holland Park, uno de los espacios verdes de Londres en cuyas cercanías se encuentra el Museo Leighton.CARMEN VALIÑO

GUÍA PRÁCTICA

Visitas e información- Leighton House (00 44 20 76 02 33 16; www.rbkc.gov.uk). 12 Holland Park Road. London W14. Entrada, 4,40 euros.- Linley Sambourne House (00 44 20 76 02 33 16; www.rbkc.gov.uk). 18 Stafford Terrace. London W8. 8,90 euros.- Sir John Soane's Museum (www.soane.org). 13 Lincoln Inn Fields. London WC2. Entrada gratuita.- Mootich (www.mootich.com; 00 44 20 78 24 81 13). 34 Elisabeth Street. London SW1W 9NZ.- www.visitlondon.com.Comer y salir- The Westbourne (00 44 20 72 21 13 32; www.thewestbourne.com). 101 Westbourne Park Villas. London W2 5ED. A partir de unos 30 euros.- Tartine (www.tartine.co.uk; 00 44 20 75 89 49 81). 114 Draycott Avenue. London SW3 3AE. Unos 15 o 20 euros.- Sketch, The Gallery (00 44 87 07 77 44 88; www.sketch.uk.com). 9 Conduit St. London W1S. 60 euros.- Eclipse Bar (00 44 20 75 81 01 23). 113 Walton Street, Chelsea. London SW3.

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