_
_
_
_
_
Reportaje:FUERA DE RUTA

Hoteles para Agatha Christie

Historias de aventureros y arqueólogos pioneros en Siria y Líbano

Según se mire, existe un puñado de hoteles en el mundo que podrían considerarse piezas de estudio en la inexistente disciplina de la arqueología turística. En Oriente Próximo se encuentra el principal yacimiento. La rareza estriba en que aún quedan hoteles sin restaurar en los que todo está tal y como lo vivieron los personajes famosos que nos sonríen desde las fotos de sus paredes y que parecen invitar al viajero a una melancólica excursión por el primer cuarto del siglo XX. La región de Oriente Próximo fue para los europeos objeto de peregrinación primero y, más tarde, destino culto de los que salían a ver mundo, el mundo de la Antigüedad que había dejado su rastro consecutivo en estas tierras bíblicas: desde los pueblos que menciona el libro de los libros hasta los humildes escribanos de Ugarit en la edad del bronce, pasando por los fenicios, griegos, romanos, bizantinos, cruzados y pueblos tan peculiares que crearon ciudades míticas como la de los nabateos en Petra o los palmirenses en Palmira, además de la influencia de civilizaciones como la egipcia o la mesopotámica.

A comienzos de siglo y hasta la II Guerra Mundial, europeos y norteamericanos ricos hacían su inmersión en Oriente cómodamente arrebujados en un puñado de hoteles: el Shepheard's y el Heliópolis Palace, en El Cairo; el Cataract, en Asuán; el Saint Georges o el Grand Hotel d'Orient, luego llamado Albergue Bassou, en Beirut; el hotel d'Europe, en Jerusalén; el Orient Palace, en Damasco; el Reina Zenobia, en Palmira; el Barón, de Alepo, y el Palmira, de Baalbeck, por citar algunos de los más conocidos. Sólo los cuatro últimos sobreviven casi intactos.

Los elegantes vagones del tren Orient Express dejaban en Alepo a los turistas europeos que en esas primeras décadas se mezclaban codo a codo con los más famosos arqueólogos. En realidad, el tren era el Taurus Express, la rama del Orient Express que se adentraba en Asia y cuyo objetivo era dar conexión a dos ciudades clave: El Cairo y Bagdad. La escritora Agatha Christie y su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan, al que conoció durante una excursión que hizo sola a Bagdad, eran clientes habituales de esa línea y también de la mayor parte de estos alojamientos.

1 Cazar patos desde el balcón

Alepo era, a comienzos del siglo XX, la primera y la última etapa de los viajes a Oriente Próximo que se hacían por tierra. Los viajeros bajaban del tren con la intención de recorrer los restos arqueológicos que se habían descubierto hasta el momento y después de varios meses regresaban de nuevo a la ciudad siria para tomar el Orient Express de regreso a Europa. Entonces, como ahora, era una ciudad cargada de historia que se iba modernizando gracias a una importante minoría cristiana, entre la que destacaban los armenios huidos de la represión turca en su país. Los hermanos Masloumian pertenecían a esta comunidad, que se hizo muy próspera, y en 1911 inauguraron el importante hotel Barón, en la parte europea de Alepo, ante el que se extendía un salvaje descampado. Los clientes incluso podían disparar desde sus balcones a los patos para dar más variedad a la cena. Agatha Christie y su marido se alojaron allí en diversos periodos a lo largo de 11 años. Incluso algunas de las páginas de su célebre novela Asesinato en el Oriente Exprés fueron creciendo tras los postigos verdes de sus balcones.

Otro cliente asiduo en varias ocasiones fue el joven arqueólogo inglés Thomas Edward Lawrence, más conocido años después como el coronel Lawrence de Arabia. Como si de un pequeño altar se tratara, aún es posible ver una de sus facturas en la vitrina que se encuentra en el salón de la televisión según se entra a mano derecha. Pero la lista de famosos es enorme: aviadores como Charles Lindbergh, Amy Johnston y Charles Kingsford-Smith; políticos como Theodore Roosevelt, el rey Faisal, Kemal Ataurk; diplomáticos y espías como Kim Philby, y viajeros y personajes de la cultura como Freya Stark, Zsa Zsa Gabor, Rossellini o Pier Paolo Pasolini, que hizo en la ciudad parte del rodaje de Medea. Hoy permanece inmune y altivo en la calle que lleva su nombre, sólo afeado por los locales comerciales instalados en sus bajos. Hasta él se dejan caer pequeños grupos que echan pestes de sus incomodidades y algún que otro viajero solitario en busca de fantasmas.

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

2 El hotel de la francesa

Alepo era la primera etapa, pero puede que la segunda fuera sin ninguna duda las deslumbrantes ruinas de la antigua ciudad de Palmira, esparcidas por el desierto sirio. Palmira alcanzó su esplendor y declive con la archifamosa reina Zenobia, una mujer de gran temperamento que se atrevió a desafiar a la mismísima Roma y pagó con su cautiverio y muerte sus sueños de grandeza. La historia moderna de Oriente Próximo está trufada de viajeras célebres y mujeres con carácter, desde la pionera Hester Stanhope hasta Jane Digby el Mezrab, Anne Blunt, Freya Stark o Gertrude Bell, y también por otras con menos cabeza. Una vez empezado el siglo XX, una mujer llegaba a las ruinas de la imponente ciudad dispuesta a emular una vida nada convencional inspirada en Zenobia. La condesa francesa Margot d'Andurain había viajado a Siria con su marido en los primeros años del siglo buscando, con la excusa de su interés por la arqueología, una vida suficientemente exótica. La pareja abrió en los años treinta el hotel, bautizado, como era de esperar, con el nombre de Zenobia, utilizando para ello algunas de las piedras del recinto arqueológico. Ahí sigue estando el hotel, varado en la misma orilla de las ruinas, con sus sillones de tapicería de época y con su agradable terraza sombreada de olivos donde tomar una cerveza y picar unos platillos de mezze (aperitivos) mientras cae el sol de la tarde.

Pero la condesa dio bien que hablar. Sus fiestas y orgías asombraban tanto como su atuendo informal y su costumbre de conducir vehículos. Después asesinó a su marido para unirse a uno de sus sirvientes beduinos, se convirtió al islam y fue arrestada cerca de La Meca. De la cárcel la salvó el embajador francés. Más tarde acudió a España para trabajar como espía a las órdenes del bando franquista en la Guerra Civil, hasta que unos años después se la encontró muerta en un barco.

Agatha Christie y su arqueólogo también se alojaron en el Zenobia. Quizá viendo las espléndidas ruinas, la autora aprendió a valorar más la profesión de su marido, pues "un arqueólogo -decía con sorna- es el mejor marido que una mujer puede tener, dado que cuanto más vieja se vuelve ella, más interés tiene él".

3 La sombra de Cocteau

Como otra pieza de arqueología hay que contemplar el pequeño y desvencijado caserón del hotel Palmira, en las ruinas de Baalbeck (Líbano), situado también estratégicamente justo enfrente del recinto. Levantado en 1874, fue utilizado como cuartel general por los alemanes en la Primera Guerra Mundial, y durante la segunda fueron los ingleses los que se instalaron en sus habitaciones, decoradas con estricto gusto europeo. Durante décadas, el hotel Palmira albergó a los valerosos turistas que después de un viaje complicado llegaban hasta su pequeño jardín festoneado de jazmines, y en la década de los sesenta, coincidiendo con el auge del Festival de las Artes de Baalbeck, tuvo huéspedes como Duke Ellington, Ella Fitzgerald o Rudolf Nureyev. Fue en los cincuenta cuando Jean Cocteau acudió al hotel para colgar una pequeña exposición de dibujos que aún se puede visitar tal y como él la dejó, a pesar de haber transcurrido más de medio siglo, el tiempo que dicen las malas lenguas lleva la pared sin pintar para no mover los cuadros. Toda una lección de respeto a la historia.

Las ruinas de Palmira, del siglo II y de influencia romana, con el castillo árabe al fondo, forman uno de los más espectaculares conjuntos arqueológicos de Oriente Próximo.
Las ruinas de Palmira, del siglo II y de influencia romana, con el castillo árabe al fondo, forman uno de los más espectaculares conjuntos arqueológicos de Oriente Próximo.A. GRIFFITHS

GUÍA PRÁCTICA

Los hotelesHotel Zenobia, en Palmira, Siria (00 963 91 01 07; zenobia-hotel@net-sy). Ubicado dentro del recinto arqueológico, es un lugar de visita tradicional cuyos precios oscilan entre los 47 y los 63 euros.- Hotel Barón, en Alepo, Siria (00 963 22 10 880). Sharia al-Baron, 8. Entre 24 y 35 euros.- Hotel Palmira, en Baalbeck, Líbano (00 961 37 61 01). Está en Rue Abdel Halim Hajjar, frente a las ruinas, y cuesta entre 32 y 59 euros.Información- Oficina de turismo de Siria. La web www.syriatourism.org ofrece una guía de ciudades, mapas, un poco de historia del país, hoteles, restaurantes, fiestas locales y curiosidades. Eso sí, en francés, inglés y árabe.- Embajada de Siria en España (914 20 16 02). Plaza Platería Martínez, 1.- Embajada y oficina de turismo de Líbano en España (913 45 13 60). Castellana, 178.- Oficina de turismo de Líbano: www.destinationlebanon.com.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_