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Reportaje:AIRE LIBRE

Garzas y flamencos en Ría Formosa

Rutas por el parque natural del Algarve, sus penínsulas, islas y pueblos pesqueros

El cálido invierno del Algarve tiene querencia para los que temen el frío y atrae a foráneos procedentes del centro y el norte de Europa. Unos vienen de turismo y llegan por carretera a bordo de sus autocaravanas. Pero otros llegan volando y aparecen en busca de alimento y cobijo: son miles y miles de aves que cumplen una rutina anual que les trae a pasar el invierno a uno de los humedales más importantes del sur europeo.

Ría Formosa está formada por un largo brazo de arena y mar de 60 kilómetros de largo extendido por toda la costa del sotavento algarveño. Un enorme laberinto de agua, islas, esteros, ojos, caños, rías, dunas y playas simultanean los influjos atlánticos y mediterráneos, con una situación geográfica y una diversidad biológica excepcionales.

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Dos penínsulas y cinco islas ganan al mar sus glebas arenosas, agolpadas en un cabo que mece la trama de sus perfiles al compás de las mareas. Las láminas de agua se hacen tierra para volver a ser agua y crear paisajes volubles que marcan el calendario de este parque natural moteado de personajes emplumados.

Desde la hermosa playa de Manta Rota, en el pueblito pesquero de Cacela Velha, situado en el extremo oriental del parque, hasta la punta contraria en la península de Ancao, se abren 18.000 hectáreas de ciénaga marina bordada de lenguas de tierra, por las que caminar o pedalear se convierte en una delicia para el sosiego.

1 En el centro de interpretación.

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Al llegar a este complejo humedal, lo primero que hay que hacer es acercarse a la Quinta do Marim, a un kilómetro del pueblo de Olhao, donde se halla el centro de interpretación y educación ambiental del parque natural. Aquí, además de conseguir toda la información necesaria para conocer el parque, se puede encontrar, en el interior de la finca, un sendero señalizado de un par de kilómetros con una buena muestra de los principales ecosistemas que se dan en Ría Formosa.

Un molino de mareas en perfecto funcionamiento, una noria y algunos tanques de salazón de la época romana son otras de las sorpresas que guarda el recinto. También existe un centro de recuperación dedicado al perro de agua algarveño, una raza típica de la zona que solía acompañar a los pescadores en los barcos durante las faenas de pesca.

2 Excursiones a las islas.

No hay que dejar de hacer una excursión por alguna de las islas, para lo que se toma alguno de los barquitos que desde el puerto de Faro y Olhao acercan a los visitantes. La isla de Barreta o Deserta es una de ellas, a la que se llega tras un paseo en barco por los canales de la ría; en ella será fácil observar gaviotas patiamarillas y reidoras junto a ostreros, charrancitos y varias especies de garzas.

La isla de Culatra ofrece, además de la observación de aves y el deleite de su paisaje, la estampa de su aldea marinera de barcos de colores balanceados por el oleaje y pescadores remendando redes en la playa.

3 Rutas por los lagos

. Otros itinerarios interesantes son los senderos del lago de San Lorenzo y el de la Quinta do Lago, que parten del aparcamiento de la playa de Gigi, en el extremo más occidental del parque natural. Las sendas pasan por zonas tanto de marisma como de agua dulce que diversifican las especies aladas con las propias de aguas salobres: flamencos, avocetas y espátulas, por un lado, y gallinetas, calamones, ánades y zampullines, por el otro.

4 Artesanía y marisqueo.

Junto a la pesca, la explotación artesanal de las salinas y el marisqueo han sido las ocupaciones ancestrales de los pobladores de Ría Formosa. Desmantelada en la actualidad buena parte de la flota pesquera, y con tan sólo unas cuantas familias dedicadas al aprovechamiento salinero, la única faena tradicional que sigue en vigor es el marisqueo, que durante la marea baja alumbra el paisaje marino con centenares de mariscadores rebuscando en los lodos de la marisma.

5 Sabor de barrio en Faro.

Además del patrimonio natural que posee, Ría Formosa tiene en su haber los testimonios históricos y culturales de la ciudad de Faro, capital del Algarve. Aunque tuvo que resurgir de sus cenizas tras el terremoto de 1755, aún quedan pruebas de su antiguo esplendor.

La zona sur de la ciudad, más cercana a la ría, acoge los barrios viejos y la mayor animación cultural, y entre ellos destaca el barrio de Vila-Adentro, que se mantiene guardado entre los restos de la muralla romana que antaño protegía la villa y al que se accede por el preciado Arco da Vila. Desde aquí, por la Rua do Municipio, se asciende hasta el Largo da Sé, con la catedral y el palacio episcopal como edificios más notables de la ciudad.

El barrio de la Morería es otro de los sectores interesantes, y muy cerca se halla la zona ribereña al pie del puerto, que evoca el perfil marinero de la ciudad y en cuyas calles adyacentes se agolpa la zona más comercial de tienditas, cafés y restaurantes. Muy curiosa es la cercana Igreja do Carmo, con su Capela dos Ossos, que tiene las paredes recubiertas de huesos humanos procedentes del cementerio monacal cercano. También tienen gran relevancia los museos Etnográfico y de Arqueología, con importantes exposiciones.

6 La huella romana de Estói.

Muy cerca de Faro, a unos once kilómetros hacia el interior, se encuentra Estói, donde se localiza el poblado romano de Milreu. Conocido como Ossonoba por los romanos entre los siglos II y VI, este enclave fue el antecedente de Faro. Destacan entre sus restos el ábside de un templo transformado en iglesia cristiana, que hace de ella una de las más antiguas conocidas en el mundo.

7 Las estrechas callejuelas de Tavira.

Tavira es la otra urbe importante de Ría Formosa, situada a ambos lados del río Gilao en dos barrios unidos por un puente romano, por el que en su día pasaba la calzada romana entre Castro Marím y Faro. Igual que Faro, Tavira también sufrió la furia del terremoto de Lisboa, que derrumbó sus mejores edificios y arruinó su pujante puerto mercantil. Está considerado uno de los principales centros históricos del Algarve, con una interesante riqueza patrimonial escondida entre sus estrechas callejuelas.

De la playa de Gigi (en la foto), en el extremo occidental del parque natural de Ría Formosa (Portugal), parten senderos desde los que observar gallinetas o zampullines.
De la playa de Gigi (en la foto), en el extremo occidental del parque natural de Ría Formosa (Portugal), parten senderos desde los que observar gallinetas o zampullines.P. RETAMAR

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos- Cómo llegar. Desde Huelva se toma la autovía A-49 en dirección a Portugal, al que se entra a través del puente internacional del Guadiana por la IP-1. A unos 40 kilómetros de la frontera se coge el desvío hacia Olhao y la Quinta do Marim, donde se encuentra el centro de interpretación del parque natural.- Prefijo telefónico: 00 351.Dormir- Convento de Santo Antonio (281 32 15 73 y 281 32 56 32). Santo Antonio, 56. Tavira. Instalado en un convento cerca del casco antiguo. La doble, entre 120 y 150 euros.- Quinta do Caracol (281 32 24 75; www.quintadocaracol.pa-net.pt). Barrio de San Pedro. Tavira. Conjunto rural de casitas de estilo regional entre un entorno de jardines. La habitación doble, entre 90 y 120 euros.- Quinta da Fonte do Bispo (281 97 14 84; www.qtfontebispo.com). Santa Catarina Fonte Bispo. Tavira. Una casa típica de la región, recuperada en una finca de frutales y pinares. La doble, entre 60 y 90 euros.Comer- Quatro Aguas (281 32 53 29). Estrada das Quatro Aguas. Tavira. Cocina regional. Cuenta con un vivero de mariscos. Precio medio, alrededor de 25 euros por persona.- O Patio (281 32 30 08). Antonio Cabreir, 30. Tavira. Cocina regional en el casco viejo. Precio medio, 25 euros. - A Chaminé (281 95 01 00). Sitio da Alagoa. Altura. Uno de los más prestigiosos. Precio medio, 30 euros.Información- Centro de interpretación y educación ambiental de Marim, en la Quinta do Marim (289 70 41 34-35).- Oficina de turismo de Portugal (902 88 77 12; www.visitportugal.com).

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