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Reportaje:EN BUSCA DEL HOTEL PERFECTO

Sueños en el nido de los pájaros

Del familiar Echaurren, en La Rioja, al conceptual Juvet de Noruega o el elegante Nobis de Estocolmo. Hoteles irrepetibles que seducen al viajero por su atmósfera

El hotel Dar Hi, primer proyecto arquitectónico de la diseñadora francesa Matali Crasset, en el oasis de Nefta, al sur de Túnez.
El hotel Dar Hi, primer proyecto arquitectónico de la diseñadora francesa Matali Crasset, en el oasis de Nefta, al sur de Túnez.

A lo mejor anda colgado de un árbol por el Círculo Polar o en un arrondissement aparentemente olvidado de París o en un pueblo desierto de los Abruzos italianos. O quizá está hecho de hielo y se derrite en verano y se reconstruye en invierno. En el fondo, eso es lo de menos. El hotel perfecto puede tener la forma que quiera, estar donde le plazca y medir lo que le venga en gana. Las normas de toda la vida, las que decretan las estrellas, están obligadas desde hace tiempo a convivir, o competir incluso, con criterios menos tangibles. "Hace tiempo que a la gente ya no le impresiona el contenido de un baño", resume Bertil Harström, arquitecto de la casa sueca Inredningsgruppen, que proyectó el extraordinario Nido de Pájaro, una de las seis habitaciones del original Tree Hotel (www.treehotel.se). "Ahora atrae más el entorno, la creatividad. Que resulte real. Y, sobre todo, que esté bien encauzado por la arquitectura y el diseño", concluye.

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Es precisamente eso: que el diseño concienzudo y funcional sea también capaz de crear una atmósfera única. Así lo razonó en 2008 el veterano hotelero francés Serge Trigano cuando convirtió un pequeño garaje del vigésimo arrondissement parisiense en un discreto pero ultramoderno hotel de 171 habitaciones llamado Mama Shelter (www.mamashelter.com). No aspiraba a cobrar cara la noche, pero no por ello dejó de contratar al rutilante (para algunos, estomagante) diseñador francés Philippe Starck, responsable de algunos de los diseños hoteleros más célebres del mundo. Lo que sí hizo fue ponerle límites: le dejó decorar las compactas habitaciones con su característica combinación de grises, negros y blancos, pero le prohibió poblar las zonas comunes de sus caros muebles de diseño. No podía haber spa, pero sí futbolín gigante. La fórmula funcionó: la ha repetido ya en Marsella y en el futuro lo hará en Nueva York y Los Ángeles. Y el precio de las habitaciones comienza en 79 euros la noche.

Algo parecido han hecho varios alojamientos pensados para jóvenes: el alemán Armin Fischer, de Dreimeta, ha llenado las zonas comunes de Superbude (literalmente, superkeli; www.superbude.de), uno de los albergues más valorados y frecuentados de Hamburgo, de muebles únicos y formas ondulantes. El low cost Qbic (www.qbichotels.com; desde 69 euros), en Ámsterdam, va más allá y se convierte en concepto: todo él tiene forma de cápsula.

"El hotel perfecto es aquel que es único", asegura Jan Olav Jensen, profesor de la escuela de arquitectura de Oslo y parte del estudio Jensen & Skodvin. "Da igual que esté en el campo o en la ciudad: debería tener arquitectura de alto nivel, buen servicio y no estar en ningún otro lado". Bien podría tirar de currículo: proyectó el Juvet Landscape Hotel (www.juvet.com) de Gudbrandsjuvet (Noruega), un alojamiento que sería ininteligible si se le sacara de la margen del río Valldøla. Siete cabinas de color gris completamente integradas en el bosque y las montañas. El interior es negro, para no distraer del paisaje.

En el Juvet colaboró también Bertil Harström, quien también se inspiró en los alrededores para su cabina de 18 metros cuadrados, el ya mencionado Nido de Pájaro: "No tuvo más misterio que ir al bosque sueco en cuestión y ver que las aves eran la especie dominante. A partir de ahí puedes resolver el problema: ¿cómo hacer que venga gente de Japón a un pueblo en el que hace -30º C y en el que hay más alces que personas? ¿Cómo traes a la gente, y su dinero, a esta parte del mundo? Con la arquitectura y el diseño. Si tienes eso, no necesitas nada más".

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Con estas pautas, hasta un pueblo abandonado en Italia puede aspirar a ser el hotel perfecto. Al menos es lo que intenta Daniele Kihlgren, un mecenas que se enamoró de las casas históricas de Santo Stefano di Sessanio, en Italia. Estaban vacías, sus inquilinos hacía tiempo que las habían abandonado, así que se granjeó un acuerdo con el Ayuntamiento: en 1999 le permitieron comprarse el pueblo y convertirlo en un hotel de 102 camas a cambio de que no construyera nada nuevo en ellas. Cinco años de restauración y 4,8 millones de euros más tarde, la iniciativa fue un éxito. El Albergo Difuso (www.sextantio.it), como lo llama él (albergue difuso), se mantiene prácticamente lleno todo el año desde 2008. Y ha repetido en Le grotte della civita, en Matera. Estos hoteles se carazcterizan por su autenticidad. Es decir, "fuertes raíces culturales en el entorno y materiales sinceros, artesanales y con una larga vida útil", según el razonamiento de Claus Sendlinger, fundador del club de calidad y diseño Design Hotels (www.designhotels.com), quien cita como ejemplo de hotelería visionaria estos dos lugares italianos únicos de la firma Sextantio.

María José de Blas, del estudio Picado-de Blas (autores del Hotel Echaurren, www.echaurren.com) encuentra esa máxima en lugares como el hotel Atrio (http://restauranteatrio.com/hotel) de Cáceres, de Emilio Tuñón y el fallecido Luis Moreno Mansilla. "El hotel perfecto es un lugar", afirma. "No es un problema tanto de confort como de experimentar de forma completa el lugar".

Hotel Echaurren, en Ezcaray. La Rioja, obra de María José de Blas y Rubén Picado.
Hotel Echaurren, en Ezcaray. La Rioja, obra de María José de Blas y Rubén Picado.EUGENI PONS
Hotel Nobis, en Estocolmo.
Hotel Nobis, en Estocolmo.

Curiosidades

» Cuatro metros es lo que miden de ancho las camas del Lloyd Hotel de Ámsterdam (la noche cuesta unos 300 euros).

» La iluminación del hotel Fairmont, en El Cairo, cambia ocho veces al día.

» El Nisiyama Onsen Keiunkan, en Japón, abrió en 705 y se considera el hotel más antiguo del mundo aún abierto.

» El Hotel Everest View, a 3.962 metros de altitud, es el más alto del mundo.

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