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Crítica:HABITACIONES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Riad' a la española

Dar Justo, un encantador hotel en la medina de Marraquech

La medina de Marraquech es una maraña de callejones, a veces tan estrechos que apenas cabe un burro cargado. Uno de esos pasadizos conduce al riad de Dar Justo. Recorrer el camino puede asustar un poco, aunque no es peligroso, solo extraño. Los taxis no pueden acceder a la medina, pero algún porteador por unos dirhams se ofrecerá a guiar al viajero y llevar su equipaje en un carro. Es buena opción. Al llegar hay que llamar al timbre. Una vez dentro, el hotel se antoja como un hermoso remanso de paz a pocos metros de la vorágine de la plaza Jemaa el Fna, centro vital de la ciudad.

Dar Justo es el proyecto personal del fotógrafo español Justo Almendros, un riad con encanto repleto de toques personales sin caer en lo recargado tan habitual por tierras marroquíes. Sin ser minimalista, la decoración es mesurada: paredes blancas con ampliaciones de las fotografías del propio Almendros. Y artesanal: puertas y muebles en madera de cedro tallado a mano, suelos de barro cocido y paredes de baños acabados en tadelakt, un estucado tradicional marroquí muy resistente al agua.

Dar Justo

35 Derb Chorfa Lakbir Mouassine. Medina-Marraquech. Teléfono: 00 212 524 42 69 99 y 934 52 25 68. Internet: www.darjusto.com. Instalaciones: piscina, hammam, terraza con bar, restaurante (a partir de octubre), salas de lectura. Servicios: transporte al aeropuerto bajo petición (15 euros). Precios: habitación doble, desde 90 euros, y suites, desde 105 euros.

Entre sábanas blancas

Los baños son espaciosos y con amplia repisa frente al espejo. Sus 23 habitaciones dan al patio interior. Se llaman Machado, Lorca, Salinas, Masdsen o Mulé. Son razonablemente grandes y frescas, con sábanas y colchas en blanco inmaculado.

El riad ha crecido a base de unir cuatro casas contiguas y cuenta con una pequeña piscina. Almendros supervisó su rehabilitación para conjugar tradición con las últimas innovaciones en confort, como la calefacción y refrigeración por suelo radiante. El interior es un agradable entramado de pasillos y pequeños salones llamados Marsé o Goytisolo, en homenaje a las inquietudes culturales de los dueños. Un habitual es el cantante Pedro Guerra. Su nombre bautiza una de las habitaciones más nuevas junto con el del escritor José Saramago. Los dueños ponen también especial afán en que el personal, atento a cualquier hora, se defienda en un castellano aceptable.

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En la planta baja y el primer sótano está el hammam, sencillo, bien iluminado y casi de obligada visita para exfoliar e hidratar la piel con una mascarilla de ghassoul. Pero su mayor tesoro es la terraza, un vergel con buganvillas y cactus entre tumbonas y sofás. Por la noche, para tomar una copa con música lounge. Al amanecer, para un desayuno casero, con zumo de naranja natural y rghaifs (una especie de crêpes) recién hechos, mirando la silueta lejana de la Kutubia. Un último placer en calma antes de dejarse engullir por el ajetreo del zoco.

<b>Uno de los salones del hotel Dar Justo, en Marraquech</b>
Uno de los salones del hotel Dar Justo, en MarraquechALFREDO ARIAS

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