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GUÍA GASTRONÓMICA

Estrellas para la crisis

José Carlos Capel

Entre euforias y desencantos, la salida de la Guía Michelin 2011 ha vuelto a reproducir la monótona melodía de un disco rayado. De entrada, expectación extrema previa a la proclamación de las novedades. Después, controversias y decepciones tras el anuncio de los restaurantes distinguidos y los despojados de sus galardones.

Y en la trastienda del sector, la cantinela de siempre. Cábalas infinitas para desentrañar los criterios que orientan las puntuaciones y debates en Internet -blogs y redes sociales (Facebook, Twitter)- con encendidos comentarios.

La edición que acaba de aparecer consolida el enorme poder de esta publicación y su capacidad de influencia internacional, factor determinante reconocido por sus detractores.

¿Qué aportan las estrellas Michelin? Prestigio y rentabilidad económica. De ahí la responsabilidad de sus editores, que no pueden actuar de espaldas a un obligado código deontológico, menos aún en tiempos de crisis.

Incluso admitiendo la subjetividad de las valoraciones, su contenido plantea agravios comparativos entre los propios restaurantes españoles y en relación con sus colegas europeos.

Y en medio de un océano de conjeturas, la sospecha de que las puntuaciones tal vez respondan a directrices calculadas al milímetro. ¿Se rige la Guía Michelin por una política de cuotas generales asignadas por países? Al menos eso parece a tenor del enorme contraste entre la cicatería con la que se enjuicia a nuestro país y la generosidad con la que se valoran ciudades como Nueva York o Tokio.

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Una larga espera

Con más coherencia que en anteriores ocasiones, la edición 2011 ha saldado parte de sus cuentas atrasadas. Cuestiones que afectaban a su credibilidad, como la segunda estrella de Calima (Hotel Don Pepe, Marbella), una de las viejas reivindicaciones. Por el contrario, a los dos grandes candidatos a tres estrellas, Mugaritz (Errenteria, Guipúzcoa) y Quique Dacosta (Denia, Alicante), se les obliga a proseguir en el purgatorio. ¿Será tan larga su espera como la de elBulli, que recibió la segunda en 1990 y la tercera en 1997?

Tras el último baile de altas y bajas, España acumula 144 galardones. Cuatro restaurantes reciben el segundo "macarrón" (Calima, de Dani García, en Marbella; Ramón Freixa, Madrid; Miramar, de Paco Pérez, en Llançà, Girona, y Azurmendi, de Eneko Atxa, en Larrabetzu, Vizcaya) y 17 el primero, mientras que 13 pierden el que ostentaban.

¿En qué situación nos encontramos en relación con el entorno europeo? A expensas de la aparición de otras ediciones, en valores absolutos ocupamos la cuarta plaza detrás de Francia, Italia y Alemania. La posición se modifica algo -aunque no mucho- en términos relativos. El coeficiente que mide el número de estrellas por habitante coloca a España en la mitad de la tabla, a la cola de Suiza, Bélgica, Francia, Holanda e Italia y por delante de Alemania, Reino Unido y Dinamarca.

Mal resultado para un país considerado una potencia gastronómica. Máxime cuando, a juicio de la crítica española, hay al menos 30 restaurantes adicionales que se merecen una estrella y otros seis que al menos deberían ostentar dos.

Dani García, del restaurante Calima (Marbella), acaba de recibir la segunda estrella Michelin.
Dani García, del restaurante Calima (Marbella), acaba de recibir la segunda estrella Michelin.JULIÁN ROJAS

Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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